A pesar de que Conchi (la entrañable Conchi - pretendía ser sarcástico, jajajaja) nos conminó a ni siquiera pensar en parar en el albergue de Miraz (debido a la escasez de plazas) empezamos el día con la idea de encontrar algún lugar para dormir (cubierto o no) antes de cubrir los 40km que nos separaban del Monasterio de Sobrado.
Y he ahí que, oh sorpresa, hallamos camas y colchones entre las 14 plazas del albergue cinco estrellas de Miraz. Tanto había acojonado la Conchi (entrañable Conchi) al personal que casi todo el mundo que durmió la noche anterior en Baamonde (unas 80 personas) pasó de largo, siguiendo hasta Sobrado.
¿Por qué el albergue de Miraz era un cinco estrellas? Os debo contar que el camino hay varios tipos de albergue: los autoservicio (llegas, abres, entras), los de la Xunta (generalmente fríos y con hospitalero profesional) y un tercer tipo que son los cinco estrellas. Los cinco estrellas suelen ser pequeños, ubicados en pueblos aún más pequeños, entre los finales típicos de etapas. Es el típico albergue que todo el mundo con prisas se salta. Y son los que guardan las más gratas sorpresas.
El pequeño pueblo de Miraz no tenía restaurante, ni siquiera tienda. Por lo que exige que el peregrino que quiera pernoctar acarree con su comida y cena. Vimos más tarde que los hospitaleros proveían de comida a precio de coste a los peregrinos sin nada para llenar el buche.
El albergue, habilitado fantásticamente por la St James Confraternity inglesa, brillaba en los detalles. Dos hospitaleros voluntarios lo atienden en periodos de 15 días en verano y un mes en invierno. La lavadora permite que todos los días haya sábanas y fundas de almohada limpias, que en este caso se encargaba de preparar Anne, una entrañable (ahora si) inglesa de Oxford que rondaba los 70 años.
La bienvenida nos la dio Tomas, un alemán muy simpático que hablaba un perfecto español y que actualmente realizaba estudios de fabricante de guitarras en inglaterra.
La cocina estaba perfectamente equipada y en la mañana ofrecía un desayuno de pan gallego (ese tan rico de la miga apretada) con mantequilla y mermelada, y té o café a elegir. Si té, bendito té, cuantos días sin tomarlo y allí, por la tarde me pude dar el capricho de compartir con una pareja de eslovenos una deliciona taza de earl-grey con galletas de chocolate. Es lo que os decía de los detalles: no sólo había buen té para elegir (verde, earl-grey, english-breakfast) sino que había tazas y una jarra eléctrica especial que hervía un litro de agua en poco más de un minuto. Creo que nunca lo podré agradecer lo suficiente (¿Creeis que debería hacer una donación adicional a la St James Confraternity?)
Anne y Tomas, los hospitaleros del albergue, se complementaban a la perfección. Ella se levantaba a las 5 de la mañana y el trasnochaba con los peregrinos si la ocasión se presentaba.
Después de la agradable tarde de tertulia en el jardín del albergue, las cañitas en el bar y una cena más tardía de la cuenta todo estaba listo para que la velada se prolongara.
Vino Tomás (el zamorano) con 2 botellas de vino del bar. Tomas (el alemán) agarró su guitarra (restaurada por el mismo) y a eso de las 11 nos salimos a la calle a seguir la juerga. Mucha gente se acuesta a eso de las 10 y en el camino el derecho a descansar está por encima del derecho a juerga (mal que me pese)
También se nos unió Silvia (la hospitalera de reemplazo) y una chica alemana muy maja. Además estábamos Alfred, Cristina, Tomás (el "aspañol") y yo. Unas canciones a la guitarra y un par de vasos de vino consiguieron calentar la noche hasta las 2, en la que fue sin duda la velada más divertida en todas las jornadas de camino de santiago que mis pies han visto pasar.
Así pasó, que el día siguiente no dejamos el albergue, con gran pesar, hasta las 10 de la mañana, cuando ya aparecía por allí gente que venía desde Baamonde.
Fotos del día aquí, como pase de disposiutivas aquí.
Y he ahí que, oh sorpresa, hallamos camas y colchones entre las 14 plazas del albergue cinco estrellas de Miraz. Tanto había acojonado la Conchi (entrañable Conchi) al personal que casi todo el mundo que durmió la noche anterior en Baamonde (unas 80 personas) pasó de largo, siguiendo hasta Sobrado.
¿Por qué el albergue de Miraz era un cinco estrellas? Os debo contar que el camino hay varios tipos de albergue: los autoservicio (llegas, abres, entras), los de la Xunta (generalmente fríos y con hospitalero profesional) y un tercer tipo que son los cinco estrellas. Los cinco estrellas suelen ser pequeños, ubicados en pueblos aún más pequeños, entre los finales típicos de etapas. Es el típico albergue que todo el mundo con prisas se salta. Y son los que guardan las más gratas sorpresas.
El pequeño pueblo de Miraz no tenía restaurante, ni siquiera tienda. Por lo que exige que el peregrino que quiera pernoctar acarree con su comida y cena. Vimos más tarde que los hospitaleros proveían de comida a precio de coste a los peregrinos sin nada para llenar el buche.
El albergue, habilitado fantásticamente por la St James Confraternity inglesa, brillaba en los detalles. Dos hospitaleros voluntarios lo atienden en periodos de 15 días en verano y un mes en invierno. La lavadora permite que todos los días haya sábanas y fundas de almohada limpias, que en este caso se encargaba de preparar Anne, una entrañable (ahora si) inglesa de Oxford que rondaba los 70 años.
La bienvenida nos la dio Tomas, un alemán muy simpático que hablaba un perfecto español y que actualmente realizaba estudios de fabricante de guitarras en inglaterra.
La cocina estaba perfectamente equipada y en la mañana ofrecía un desayuno de pan gallego (ese tan rico de la miga apretada) con mantequilla y mermelada, y té o café a elegir. Si té, bendito té, cuantos días sin tomarlo y allí, por la tarde me pude dar el capricho de compartir con una pareja de eslovenos una deliciona taza de earl-grey con galletas de chocolate. Es lo que os decía de los detalles: no sólo había buen té para elegir (verde, earl-grey, english-breakfast) sino que había tazas y una jarra eléctrica especial que hervía un litro de agua en poco más de un minuto. Creo que nunca lo podré agradecer lo suficiente (¿Creeis que debería hacer una donación adicional a la St James Confraternity?)
Anne y Tomas, los hospitaleros del albergue, se complementaban a la perfección. Ella se levantaba a las 5 de la mañana y el trasnochaba con los peregrinos si la ocasión se presentaba.
Después de la agradable tarde de tertulia en el jardín del albergue, las cañitas en el bar y una cena más tardía de la cuenta todo estaba listo para que la velada se prolongara.
Vino Tomás (el zamorano) con 2 botellas de vino del bar. Tomas (el alemán) agarró su guitarra (restaurada por el mismo) y a eso de las 11 nos salimos a la calle a seguir la juerga. Mucha gente se acuesta a eso de las 10 y en el camino el derecho a descansar está por encima del derecho a juerga (mal que me pese)
También se nos unió Silvia (la hospitalera de reemplazo) y una chica alemana muy maja. Además estábamos Alfred, Cristina, Tomás (el "aspañol") y yo. Unas canciones a la guitarra y un par de vasos de vino consiguieron calentar la noche hasta las 2, en la que fue sin duda la velada más divertida en todas las jornadas de camino de santiago que mis pies han visto pasar.
Así pasó, que el día siguiente no dejamos el albergue, con gran pesar, hasta las 10 de la mañana, cuando ya aparecía por allí gente que venía desde Baamonde.
Fotos del día aquí, como pase de disposiutivas aquí.
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