A pesar del tiempo transcurrido no podía continuar con el blog sin terminar la narración de nuestro viaje a Suiza y dedicar unas líneas a Basilea...
Desde
Lucerna salimos bien tarde en tren hacia Basilea, a donde llegamos de noche. Este es el punto de una de la mayores cagadas que he tenido viajando (y que sean todas así!!) En el tren me di cuenta de que el albergue que teníamos reservado no coincidía con la dirección que tenía apuntada, jajajaja.
Idiomas. Francés en Ginebra. Alemán (de variante suiza) el resto del viaje. Por ignorancia de ambos nos manejamos en Inglés, algo de italiano y por gestos durante casi todo nuestro periplo. La gente, en general, MUY atenta y servicial. | Desde la estación llamamos al albergue, pidiéndoles indicaciones para llegar al mismo. La encargada, muy voluntariosa, nos dijo que el albergue estaba junto a la estación, y trató de indicarnos el camino. Aún así no hubo manera... Por suerte una familia que andaba paseando nos vio apurados y nos acompañó casi hasta la misma puerta durante un paseo de animada charla. Debo decir que toda la gente con la que tratamos en Basilea fue exquisitamente amable. |
La mañana siguiente la pasamos viendo la Catedral, el Ayuntamiento (el imponente edificio rojo de la foto de arriba), un mercadito de comida y tomando el almuerzo junto al río. El ambiente de la ciudad me resultó tan agradable que la revisito mentalmente en muchas ocasiones.
Impresionante en Basilea, como casi en toda Suiza, el sistema de transportes urbanos: autobuses y tranvías.
Transporte Urbano. Tranvías, trolebuses y autobuses cuyo carril se respeta a rajatabla. Horarios que se cumplen y mucha frecuencia hacía que moverse por las ciudades suizas fuera un placer. Hay que decir que el tamaño de las ciudades facilita esta labor. En todas las ciudades puedes alquilar, u obtener bajo fianza, bicicletas, que son muy usadas en verano y hasta tienen en los trenes un vagón destinado a su transporte. Algunas ciudades facilitan gratuitamente al visitante un pase de transporte válido durante la estancia (también es cierto que algunas ciudades cobran un impuesto especial por día de estancia) |
¿Qué más os cuento? Pues que pasamos la tarde entre la tradición del encantador Basler PapierMühle (museo del papel)y la vanguardia del Museo Tinguely, con sus gigantescas y cautivadoras obras móviles hechas de elementos reciclados. Abajo podéis ver un ejemplo de una de sus máquinas. Algunas de sus obras también decoran la ciudad suiza. En la foto de la derecha la rueda de molino que servía de energía para la fabricación de papel en el museo. |  |
 | Para desplazarnos desde el Papier al Museo utilizamos el Fähri para cruzar el Rin, un sistema de botes que, sujetos a un cable de acero, atraviesan el cauce utilizando la corriente como única fuente de energía. |
Aún con el ruido de las máquinas de
Tinguely y nuestro papel recién fabricado artesanalmente terminamos un día muy completo con unas cervezas artesanas en
este tradicional
brauerei. La cena se vio animada inesperadamente al compartir mesa (es costumbre allí) con una pareja de suizos de amena conversación y que además nos ayudaron a entender lo que ponía en la carta. La charla se iba animando según ella tomaba más vinos (servidos en botella individual) y el apuntaba en el posavasos palotes a cada cerveza que caía...
Ah, imprescindible de Basilea: las
Basler Läckerli, una especia de galletas de miel y especias absolutamente adictivas. Las pediría por internet si los gastos de envío no fueran tan abusivos (si alguien sabe donde las venden en Madrid que avise!!)
El día siguiente aprovechamos para dar un último paseo por la ciudad y hacer algunas compras antes de ir hacia el aeropuerto y despedirnos de un país del que sólo puedo pensar en volver...
Todas las fotos de Basilea en
este album y como pase de dispositivas
aquí.