Sin duda una de las etapas más duras de camino de santiago que recuerdo. Las guías de internet, sin duda, subestiman el kilometraje, y el desnivel final de 400 metros que hay que salvar en la parte final antes de llegar a Bruma no ayuda en absoluto. Fueron al menos 9 horas caminando, buena parte del tiempo por bonitos y sombreados paisajes, eso si.
Los caminos se iban alejando del mar para adentrarse en el interior de las tierras gallegas. Como en Bruma no hay ni restaurantes ni tienda fuimos haciendo acopio de comida para la noche: un par de cebollas, unos huevos caseros y una lechuga que conseguimos simplemente pidiendo a las gentes de los pueblos (salvo las cebollas, jajajajaja) que en ningún caso quisieron cobrarnos nada.
Especialmente conmovedora fue la anciana que nos dio los huevos. Tras pedirlos sin éxito en un elegante chalet con un montón de gallinas topamos por casualidad con esta mujer, que nos hizo pasar a su casa, muy humilde, y en gallego (bastante cerrado) nos dio un huevo a cada uno, nos llenó las botellas de agua y nos despidió (a Cristina con un par de besos)
También destacar la generosidad de la señora que nos dio la lechuga. Estábamos tomando algo en su bar y fue preguntarle dónde podíamos conseguir algo para una ensalada y salió por la puerta con un cuchillo para volver enseguida con una riquísima lechuga recién cortada de su huerta en una bolsa, y que tampoco nos quiso cobrar. Nos despidió después de una emocionante conversación en la que expresaba su creencia en un mundo mejor...
Este tipo de experiencias son mucho más improbables en el camino francés...
Con todo esto en la mochila, y un par de limones que también nos regalaron, afrontamos la subida hacia Bruma, en una etapa que se hacía interminable. A la llegada al pueblo bajaba el hospitalero en bici, y quedó muy sorprendido de que hubiéramos hecho la etapa completa desde Miño. Eran casi las 9 de la noche y al fin pudimos ducharnos y preparar (con el aceite que nos facilito el hospitalero) una tortilla de cebolla (riquísima) y una ensalada con manzana aliñada con los limones, que también aprovechamos para acompañar el agua de la cena. Creo que las caras de cansancio de las fotos lo dicen todo.
Precioso el albergue de Bruma (abajo), donde encontramos a una pareja de suizos con la que coincidiríamos también el día siguiente.
Aparecieron exhaustos justo cuando estábamos cenando, y les ofrecimos algo de lo que habíamos preparado, pero con la boca pequeña, jajajajaja, que estábamos hambrientos. Mal por mi parte, tendría que haber tomado nota de la generosidad de la gente que nos había facilitado los ingredientes para la cena...
En cualquier caso había un servicio de "telecomida" de un restaurante cercano, así que Alfred, Valentín y Tomás se pegaron un buen pedazo de cena con caldo gallego incluído. Hubo una corta velada durante la cena y sobremesa, de conversación sobre lo acontecido durante la jornada.
Los albergues de la Xunta de Galicia han comenzado este año a cobrar 3€ de forma obligatoria y se ha prohibido la pernocta en el suelo, un gran error. En la otra cara de la moneda están la voluntad de mantener albergues claramente deficitarios (como los del camino inglés) y el empleo a sueldo de gente de los pueblos para gestionar el albergue, lo que da ingresos (a sumar la hostelería) a localidades muy pequeñas y una forma de vida mejor en base al "turismo peregrino".
Una mención final para el hospitalero de Bruma, que nos atendió de maravilla.
Álbum del día aquí, y como pase de dispositivas aquí.
Los caminos se iban alejando del mar para adentrarse en el interior de las tierras gallegas. Como en Bruma no hay ni restaurantes ni tienda fuimos haciendo acopio de comida para la noche: un par de cebollas, unos huevos caseros y una lechuga que conseguimos simplemente pidiendo a las gentes de los pueblos (salvo las cebollas, jajajajaja) que en ningún caso quisieron cobrarnos nada.
Especialmente conmovedora fue la anciana que nos dio los huevos. Tras pedirlos sin éxito en un elegante chalet con un montón de gallinas topamos por casualidad con esta mujer, que nos hizo pasar a su casa, muy humilde, y en gallego (bastante cerrado) nos dio un huevo a cada uno, nos llenó las botellas de agua y nos despidió (a Cristina con un par de besos)
También destacar la generosidad de la señora que nos dio la lechuga. Estábamos tomando algo en su bar y fue preguntarle dónde podíamos conseguir algo para una ensalada y salió por la puerta con un cuchillo para volver enseguida con una riquísima lechuga recién cortada de su huerta en una bolsa, y que tampoco nos quiso cobrar. Nos despidió después de una emocionante conversación en la que expresaba su creencia en un mundo mejor...
Este tipo de experiencias son mucho más improbables en el camino francés...
Con todo esto en la mochila, y un par de limones que también nos regalaron, afrontamos la subida hacia Bruma, en una etapa que se hacía interminable. A la llegada al pueblo bajaba el hospitalero en bici, y quedó muy sorprendido de que hubiéramos hecho la etapa completa desde Miño. Eran casi las 9 de la noche y al fin pudimos ducharnos y preparar (con el aceite que nos facilito el hospitalero) una tortilla de cebolla (riquísima) y una ensalada con manzana aliñada con los limones, que también aprovechamos para acompañar el agua de la cena. Creo que las caras de cansancio de las fotos lo dicen todo.
Precioso el albergue de Bruma (abajo), donde encontramos a una pareja de suizos con la que coincidiríamos también el día siguiente.
Aparecieron exhaustos justo cuando estábamos cenando, y les ofrecimos algo de lo que habíamos preparado, pero con la boca pequeña, jajajajaja, que estábamos hambrientos. Mal por mi parte, tendría que haber tomado nota de la generosidad de la gente que nos había facilitado los ingredientes para la cena...
En cualquier caso había un servicio de "telecomida" de un restaurante cercano, así que Alfred, Valentín y Tomás se pegaron un buen pedazo de cena con caldo gallego incluído. Hubo una corta velada durante la cena y sobremesa, de conversación sobre lo acontecido durante la jornada.
Los albergues de la Xunta de Galicia han comenzado este año a cobrar 3€ de forma obligatoria y se ha prohibido la pernocta en el suelo, un gran error. En la otra cara de la moneda están la voluntad de mantener albergues claramente deficitarios (como los del camino inglés) y el empleo a sueldo de gente de los pueblos para gestionar el albergue, lo que da ingresos (a sumar la hostelería) a localidades muy pequeñas y una forma de vida mejor en base al "turismo peregrino".
Una mención final para el hospitalero de Bruma, que nos atendió de maravilla.
Álbum del día aquí, y como pase de dispositivas aquí.